La Capella (Altea)
Aprovechando el bueno tiempo (aunque luego se estropeó) y el fin de semana, nos acercamos de excursión aun pueblo a unos 120 kms de Murcia, llamado Altea y que recomiendo ir a visitar, sin lugar a dudas.
El pueblo, mitad en alto mitad a nivel del mar, es muy bonito con sus casas encaladas, manteniendo ese aire Mediterráneo que ya han perdido mucho pueblos pesqueros de nuestra costa. Calles empinadas, empedradas y estrechas, no aptas para ser atravesadas en coche y que requieren de casi una buena forma física, pero que la mezcla de todos esos factores, convierten en el lugar en un entorno idílico.
Y después de tanta subida y bajada de cuestas a uno se le abre el apetito, y se da cuenta de que cualquier plato contundente está más que merecido. Y después de atravesar muchísimos sitios (curiosamente la mayoría de gastronomía italiana), fuimos a parar cerca de la Iglesia a este del que hablo.
Pero no todo fue casualidad, puesto que ya portaba referencias.
Está escondido en el lateral de la Iglesia. Suerte que un cartel te indica que tras ese estrecho camino, a 20 m, encontrarás el sitio que habías reservado, porque si no podrías estar dando vueltas y vueltas, y no lo verías.
Dos plantas, inferior para fumadores, superior para los que no lo somos. Nos acomodaron en una mesa ya previamente reservada y mientras ojeabamos la carta, nos trajeron las cervezas.
Podríamos optar por el arroz tan característico de esa zona, a banda, verduras, con costra, al horno… pero pensando que quizá tardaría más tiempo, optamos por algo más rápido (aunque el arroz apeteciera también).
Calamar plancha al centro y de segundo, chuletón de lechal ó solomillo al foie.
Con un entrando y la carne se comía más que suficiente. La comanda te la anota Florencio, el dueño, que siempre te va a recomendar lo mejor (prometo no haberlo visto jamás en vida antes).
Y todo ello con un Teófilo Reyes (Peñafiel), fieles a nuestro gusto por los Riberas del Duero.
Todo muy bueno, pero donde creo que de verdad se merece todas las menciones del mundo, es en los postres.
Yo que no soy muy dada a los dulces después de comer, dejé que otros eligieran al centro. Ya previamente nos habían dicho que los postres eran caseros, así que supuse que, de ser cierto (no hay razones para creer lo contrario), estarían ricos todos.
La elección fue un pastel de queso con mermelada de Melocotón. Y estaba de muerte… creo que duró encima de la mesa menos de 4 minutos. Y al final uno se quedaba con las ganas de más o de atreverse con otro. Pero no… aquí lo dejamos.
Luego cuenta (sin sustos, en su justa medida) e invitación de licores por parte del “jefe”.
Y de ahí casi directos a una siesta.
Imprescindible reservar, sobretodo si se va en fin de semana, porque estaba llenísimo.
La Capella está en Altea, en la calle San Pablo 1, Telf: 966 880 484
El pueblo, mitad en alto mitad a nivel del mar, es muy bonito con sus casas encaladas, manteniendo ese aire Mediterráneo que ya han perdido mucho pueblos pesqueros de nuestra costa. Calles empinadas, empedradas y estrechas, no aptas para ser atravesadas en coche y que requieren de casi una buena forma física, pero que la mezcla de todos esos factores, convierten en el lugar en un entorno idílico.
Y después de tanta subida y bajada de cuestas a uno se le abre el apetito, y se da cuenta de que cualquier plato contundente está más que merecido. Y después de atravesar muchísimos sitios (curiosamente la mayoría de gastronomía italiana), fuimos a parar cerca de la Iglesia a este del que hablo.
Pero no todo fue casualidad, puesto que ya portaba referencias.
Está escondido en el lateral de la Iglesia. Suerte que un cartel te indica que tras ese estrecho camino, a 20 m, encontrarás el sitio que habías reservado, porque si no podrías estar dando vueltas y vueltas, y no lo verías.
Dos plantas, inferior para fumadores, superior para los que no lo somos. Nos acomodaron en una mesa ya previamente reservada y mientras ojeabamos la carta, nos trajeron las cervezas.
Podríamos optar por el arroz tan característico de esa zona, a banda, verduras, con costra, al horno… pero pensando que quizá tardaría más tiempo, optamos por algo más rápido (aunque el arroz apeteciera también).
Calamar plancha al centro y de segundo, chuletón de lechal ó solomillo al foie.
Con un entrando y la carne se comía más que suficiente. La comanda te la anota Florencio, el dueño, que siempre te va a recomendar lo mejor (prometo no haberlo visto jamás en vida antes).
Y todo ello con un Teófilo Reyes (Peñafiel), fieles a nuestro gusto por los Riberas del Duero.
Todo muy bueno, pero donde creo que de verdad se merece todas las menciones del mundo, es en los postres.
Yo que no soy muy dada a los dulces después de comer, dejé que otros eligieran al centro. Ya previamente nos habían dicho que los postres eran caseros, así que supuse que, de ser cierto (no hay razones para creer lo contrario), estarían ricos todos.
La elección fue un pastel de queso con mermelada de Melocotón. Y estaba de muerte… creo que duró encima de la mesa menos de 4 minutos. Y al final uno se quedaba con las ganas de más o de atreverse con otro. Pero no… aquí lo dejamos.
Luego cuenta (sin sustos, en su justa medida) e invitación de licores por parte del “jefe”.
Y de ahí casi directos a una siesta.
Imprescindible reservar, sobretodo si se va en fin de semana, porque estaba llenísimo.
La Capella está en Altea, en la calle San Pablo 1, Telf: 966 880 484
1 comentario:
Ese restautante es fenomenal.
No te pierdas, a no más de 100 metros de La Capella, el Ostau. Una maravilla. Vale la pena los 120 km.
Y más cerca, en Cabo Cervera al norte de Torrevieja, el Barlovento: un diez.
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